Por: Alba Vela

En el trabajo de comunicación una de nuestras principales tareas tiene que  ver con planificar: planificar el año, la campaña, cómo lograr el resultado… planear el día, la junta, el argumento al cliente, las tareas del equipo. Estamos llenos de planes.

La gran noticia es que la planificación, eso que nos han dicho que es la llave para lograrlo todo, debe muchas, muchísimas veces romperse. Y nosotros debemos aprender a  ser tolerantes con ese  rompi­miento. Hacer planes está muy bien, pero deshacerlos, cambiarlos o adecuarlos, está aún mejor.

Eso nos muestra la resiliencia.

Según la Real Academia de la Lengua, la resiliencia es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturba­dor o un estado o situación adversa. Es la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial al cesar la perturbación a la que estuvo sometido.

Se trata de cerrar la puerta de los absolutos y abrir la de las posibilidades. Ayer se acordó que no, pero hoy, en un nuevo panorama, se contempla que sí… aceptar el cambio y no quedarse en la frustración de lo que se convino antes, es un pensamiento moderno, senior, maduro, pues representa la capacidad de entender por qué suceden esos cambios y de abrazar con motivación el nuevo «ahora».

Suena sencillo, pero en la práctica puede ser un factor de gran estrés y frustración. Por eso digo que la resiliencia es como un traje de superhéroe, que podría ayudarnos a rescatar a nuestro equipo, a nuestro cliente o a nosotros mismos, ante situaciones complicadas.

No solo es aceptar y abrazar el cambio, sino conservar nuestra forma, recuperarnos y recobrar la motivación necesaria para llevar a buen término eso que acaba de cambiar o sacudirnos.

La resiliencia es una herramienta de adapta­ción que, como cualquier hábito, deberíamos practicar día a día para no sucumbir en el mar de contradicciones, coyunturas y líneas de acción encontradas.

¿Fácil? No, para nada. Pero vale la pena intentar.