Por Paola De la Barreda

Terminó abril, uno de los meses más “largos” de los que tengamos memoria, y mayo no será diferente en esta situación peculiar de confinamiento. Pero en realidad, ¿qué tan aislados estamos? En México no se recurrió al encierro obligatorio por cuestiones económicas, las autoridades se limitaron inicialmente a dar la indicación de quedarse en casa. ¿Qué tan efectiva ha sido su comunicación y qué tanto se ha logrado?

Según un estudio de Google, para la segunda semana de abril únicamente el 35% de la población mexicana respetaba el “quédate en casa”, mientras Argentina y Colombia lograron una reducción en la movilidad del 86%, y Brasil del 71%.

Hemos sido de los países con menor éxito en esta medida tan básica para aplanar la curva de contagios y controlar el avance de la pandemia. De la región, únicamente superamos en porcentaje a Nicaragua y Haití.

Por un lado, tenemos el tema de la idiosincrasia que siempre nos ha caracterizado. Esa filosofía tan nuestra que emite frases como “A mí, el coronavirus me la pela” o “Es un invento de los gobiernos para endeudar al país, pero es una falsa alarma para crear pánico”. Es la forma de pensar de todos los que asistieron al Vive Latino, o de los que llenaron las playas pensando que era vacación o de los que se unieron a las fiestas populares en conglomeraciones de cientos de personas para celebrar el Viernes Santo.

Sin embargo, otro aspecto fundamental para que se hayan dado pobres resultados en cuanto al confinamiento, es la falta de comunicación asertiva. En este terreno, detectamos dos características que creemos no han ayudado a cumplir con el objetivo.

  • Mensajes no alineados: Uno de los principales elementos que debe tener la comunicación para ser efectiva es la congruencia y entre las autoridades locales y federales, ha habido poca alineación. Mientras un López-Gatell urgía a quedarse en casa de forma apremiante, nuestro Presidente decía que debíamos salir a trabajar y abrazarnos.
  • Exceso de mensajes: Con buena voluntad, pero quizá sin una estrategia muy sólida, muchas marcas, cámaras y asociaciones salieron a decir “quédate en casa”. El resultado en gran medida ha sido un mensaje que se diluyó y se ha vuelto parte del paisaje, sin efectividad.

Es innegable que nuestra realidad impide que muchos se queden en casa, porque no salir a trabajar implica que no haya pan en su mesa. También es cierto que hay miles de personas que, más allá de las implicaciones económicas, podrían permanecer en casa; de no hacerlo, la alternativa es la saturación de los hospitales, la falta de contención de la pandemia y la muerte de muchos. Para entenderlo se necesita una comunicación más agresiva, más clara, más realista con frases como éstas:

 

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