Por Alba Vela, VP de operaciones

En el marco de la tragedia que vivimos muchos mexicanos durante el sismo del 19 de septiembre, no podemos negar que la información jugó un papel crucial tanto en el manejo situacional, como en la reacción de la opinión pública y las tareas de reconstrucción posteriores.

De forma tan súbita como quien inicia un chisme en cualquier lugar sólo por experimentar la reacción, por ocio o por ganar protagonismo, así se generaron toda clase de informaciones falsas, orquestadas no sólo por personas de a pie, sino por medios de comunicación, algunos creados ex profeso para detonar fake news. Desde portales y blogs con poca relevancia editorial, medios de mediano peso, hasta periódicos y noticiarios de televisión estuvieron atentos —como inocentes e inexpertos estudiantes de segundo semestre de periodismo—  a los rumores de “quién sabe quién” a manera de declaraciones oficiales.

Desde el señor de la tienda de la esquina hasta la reportera con hambre de fama gozaron por un momento de las mieles de la atención de todo un país; tuvieron un cachito del cielo de la credibilidad. Analicemos… resulta muy tentador pensar que al esparcir un rumor tendremos un poquito de fama y atesoraremos una versión única de la historia, por lo que saborear que fuimos parte, es ciertamente satisfactorio.

Sin embargo, hay que ser justos: la situación que estuvimos obligados a enfrentar con la cara en alto y la mirada fija no nos hace expertos en gestión de desastres. Pero desde el punto de vista de la comunicación es vital recomendar a quien realmente tomó las decisiones importantes, llámese Marina, Ejército, Gobierno Federal, Policía Federal, Protección Civil, Cruz Roja —nunca supimos en realidad quién mandaba— haber nombrado voceros autorizados para brindar información certera (sin importar que ésta fuera escasa) in situ, no sólo a los periodistas, sino a quienes perdieron sus hogares, a quienes rogaban por entender qué estaba pasando con sus familiares atrapados o a quienes no sabían por qué se acordonaba su cuadra entera.

Necesitábamos datos confiables, reales, sobre qué estaba ocurriendo frente a nuestros ojos. Y ante el silencio de quienes sí sabían lo que pasaba, la desinformación floreció. Quizá aprender a gestionar las crisis nacionales es tarea de todos, pero un rol clave lo juegan las autoridades. Ésa es una regla de oro.