Por Fernando Moyao

El ritmo del flujo de la información a nivel mundial es un factor determinante en la dinámica de la reacción de la opinión pública respecto a temas de impacto, lo que magnifica los efectos positivos o negativos que una noticia puede generar.

Un ejemplo de ello es lo que sucede con el coronavirus (COVID-19). Tan sólo en México, la opinión de la población y sus acciones viven en dos extremos: mientras hay algunos que, con base en la experiencia de la emergencia en torno a la influenza AH1N1 de 2009, toman precauciones extremas, hay quienes creen en el discurso de los memes, los cuales aseguran que los mexicanos somos inmunes.

El punto de partida sobre este tema detonó antes de cerrar la primera quincena del año, cuando se registró una muerte a causa de un misterioso brote de neumonía en Wuhan, China. Desde entonces, el virus del cual no se tenía conocimiento alguno antes de ese caso, contagiado en diciembre de 2019, en menos de tres meses alcanzó a 166 países y su impacto ha sido devastador en términos económicos y sociales: cancelación de eventos masivos de importancia mundial como partidos de la Champions League o el Mobile World Congress (MWC) en Barcelona, donde los principales fabricantes de tecnología presentarían sus nuevas propuestas al mercado. Hoy se habla incluso de suspender los Juegos Olímpicos de Japón 2020.

Los principales indicadores económicos también resultaron afectados por la información en torno al COVID-19: el lunes 10 de marzo se vivió una de las peores jornadas en los índices mundiales, el NASDAQ reportó una pérdida del 3.7% y la bolsa de Milán (Italia) se hundió más de un 5.5%, por mencionar un par de ejemplos.

En México, apenas el 29 de febrero se reportó el primer caso confirmado y al 18 de marzo se había informado de 118 enfermos y una persona fallecida. Durante los primeros contagios, ninguna con- trajo el virus en territorio nacional; previo a ello, los medios y las redes especularon con la repentina aparición de posibles portadores en la Ciudad de México y en diferentes estados del interior de la República.

Y  aunque por el avance  geográfico y por la rápida propagación del virus, la enfermedad se declaró como pandemia el 11 de marzo, la misma Organización Mundial de  la Salud (OMS) señala que la mayoría de las personas con coronavirus se recuperarán. Sin embargo, la gran cantidad de información que se ha generado desde la aparición del Covid-19 en el continente asiático, después en el europeo e incluso en el americano, los datos fluyen por una pista distinta a la de las noticias y el ruido en la red, en donde una gran parte de la información que se difunde es contradictoria  y  basada en suposiciones. Un claro ejemplo de ello es lo que sucedió el fin de semana pasado cuando medios mexicanos de gran relevancia y líderes de opinión con un alto nivel de credibilidad anunciaron la muerte de un empresario por coronavirus, noticia que después fue desmentida. Por ello, las autoridades piden a la población informarse a través de fuentes oficiales.

Esto sólo demuestra que mientras la información fluye a altas velocidades, provocando reacciones en los campos que menos imaginamos, instituciones como la OMS o la Secretaría de Salud en México lidian con la oportunidad de comunicar adecuadamente en momentos clave, debido a que la confirmación de un hecho no responde a los ritmos a los que hoy se consumen los contenidos en los medios de comunicación y las redes sociales.