Por Brenda Morales, Socia Directora

Estamos en pleno proceso electoral en el Estado de México, y más allá de los discursos y los dimes y diretes entre partidos políticos, hay un ingrediente básico que recae en la pericia de cada candidato y es trascendental pues puede afianzar su credibilidad, hacerlo más empático o acercarlo a su electorado: la comunicación no verbal asertiva.

En la recta final de estas elecciones es clara la tendencia de los mexiquenses de otorgar su voto a dos partidos de manera prioritaria: al Movimiento de Renovación Nacional, Morena, y al PRI.

La mitad de las encuestas de periódicos de circulación nacional, dejan claro el ascenso de Delfina Gómez, seguida de su adversario Alfredo del Mazo.  El PAN y el PRD no han logrado colocarse como una opción de cambio para la mayoría de los 17 millones de habitantes repartidos en los 125 municipios del estado.

Defina eligió el camino de la congruencia con su educación, su profesión y su trayectoria política como alcaldesa del Municipio de Texcoco.

No ha mostrado cambios radicales en su arreglo personal, ni mucho menos en su forma de hablar y expresar sus propuestas. Es una mujer que guarda la calma en momentos de ataque y sabe mantener la mirada aprovechando la profundidad de sus ojos verdes.

El caso de Alfredo del Mazo es todo lo contrario: estudiado, asesorado, ensayado, una copia fiel de lo que proyecta en su comunicación no verbal su primo y actual Presidente de México. El resultado, no se percibe auténtico. Lo que funcionó hace cuatro años con la figura del niño bonito, hoy es contraproducente.

Por supuesto que hay otros factores de peso para otorgar el voto a un partido más allá de su candidato: el hartazgo, el grito desesperado por un cambio, la necesidad de creer en otras propuestas menos corruptas, más comprometidas con la sociedad.

Ya veremos quién alza el puño como gobernador electo y como muestra irrefutable de triunfo dentro de los códigos más conocidos del lenguaje no verbal.